Cuando...



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Cuando el velador se convierte en tu mesa de escritorio.

Cuando la lata de aceitunas rellenas con anchoas que comió alguien se convierte en tu cenicero.

Cuando la alfombra se convierte en tu silla.

Cuando la cama se convierte en tu sala de estudio.

Cuando la bicicleta que no anda se convierte casi que en tu adorno de departamento.

Cuando los ganchos para colgar la cortina de la ducha se convierten en los ganchos para colgar tu ropa en los fierros de dicha ducha.

Cuando una taza se convierte en recipiente donde pones los pocos utensilios de cocina que tienes.

Cuando un cuchillo corta queso se transforma en tu único implemento para abrir y comer todo, hasta una lata de atún.

Cuando un lavamanos se convierte en tu mejor lavadora.

Cuando el jabón marca 'acuenta' se convierte en tu mejor detergente.

Cuando la pieza se convierte en tu lugar de estudio, tu lugar de dormir, tu lugar de ver tele -una vintage, naranja, a blanco y negro que casi sosteniendo la antena funciona- y de todo lo demás.

Cuando la webcam del computador se convierte en tu espejo.

Cuando las puertas del closet se convierten en tu mejor porta retratos de tu familia, de tus amigos, de tus viajes.

Cuando el perro de la vecina se convierte casi que en tu mascota porque lo sientes al lado de tu oreja ladrar.

Cuando la carpeta del computador se convierte en tu blog porque ni siquiera tienes internet cercana para "pedir prestada" y subir una que otra cosa.

Cuando una canción se convierte en tu única canción que suena una y otra vez -porque olvidaste sacarle el repeat- y nadie te alega.

Cuando pasa todo eso y más, te das cuenta de que estas viviendo sola.

Café Concepto



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El olor que sale de él hace que sea el elegido. Es uno de los miles de café que queda por el barrio. Esta a la mitad de la calle José Miguel de la Barra y es tan pequeño como ese "pensamiento expresado en palabras" al cual hace alusión su nombre. Tiene pequeñas mesas -para dos casi todas- en la calle y otras cuantas en su interior. Atiende el típico hipster del barrio: pelo colorín, anteojos vintage con marco negro grueso, rodeado de esa atmósfera de alternativismo que no hay forma de espantar.

El otoño se vuelve más lindo. el cielo con el típico color que no es ni chica ni limosa, el viento que corre, las hojas secas por todos lados y ese negro, ese gris, ese marrón con lo poco de verde hacen que un café con esencia de vainilla, acompañado de un brownie tibio de chocolate y un amigo en la silla de al frente puedan durar horas. Sólo por el simple placer de perpetuar el instante, viendo gente pasar, prestando fuego, regalando cigarrillos a alguien que me recomienda mejor irme con él que quedarme donde estoy sentada. No habría dejado ese lugar por nada del mundo en ese momento -eso creo-.

Los días son confusos, a ratos distantes, pero los momentos de placer y de felicidad son completamente nuevos, o quizás la diferencia es que ahora están siendo completamente aprovechados y distinguidos. A ratos olvido la necesidad de viajar, de armas bolsos y conocer lugares. me siento en un nuevo lugar, me siento de viaje. El barrio es como vivir en otro país, todo huele a extranjero, hasta ese café que atrajo sólo por el aroma que expelía.

La soledad deja de asustarme, o eso es lo que creo. no hay sensación más sublime que pasar todo el día en la biblioteca del GAM -el último lugar conocido e imperdible-, entrar de día en ella y salir de noche para caminar por calles llenas a casa y llegar a una habitación dónde sólo escucho mi silencio.

Parece que Santiago al final de todo no era tan malo. Hasta… me dio la opción de llegar a casa justo antes de que comenzará a chispear. Maravilla de otoño.

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